Copa Libertadores, primera fase, 1982. Ubaldo Fillol viene aguantando como puede, pero sabe que no va a llegar: todavía queda más de media hora de juego y el mal de altura ya le embarga los reflejos. El malestar es general. Algo común para cualquier forastero en los 3.600 metros de altura de La Paz, donde para colmo River va perdiendo 0-1 a manos de The Strongest. Finalmente, el técnico Vladislao Cap decide hacer el cambio: afuera el “Pato”, adentro Gabriel Puentedura, quien desde ese momento y sin tiempo para darse cuenta pasa a formar parte de la selecta lista de tucumanos que se dieron el lujo de jugar profesionalmente en River.
Como se dice, la desgracia de un hombre puede ser la suerte de otro. Y aunque la baja de un compañero no es el camino que un futbolista elegiría para entrar a la cancha, con Fillol adelante no quedaba otra: “era un tipo que no te daba la menor chance de pelear el puesto. Era tremendo tener delante mío un monstruo de los quilates del ‘Pato’. Yo sabía que estaba condenado a ser un suplente eterno del que muchos consideran el mejor arquero argentino de la historia. Salvo en ese partido de Copa, no salía nunca, así que yo estaba resignado a vivir los partidos desde el banco”, dibuja su recuerdo de aquella época el arquero formado en las inferiores de Central Norte.
La oportunidad de jugar en el “Millonario” le había llegado mientras estaba en Atlético, tras regresar de un préstamo a San Martín en el Nacional de 1981. No llegó a jugar ni un partido en aquel “Decano” dirigido por Carlos “Chamaco” Rodríguez, y partió hacia Núñez. Después de ese partido en La Paz tuvo su estreno como titular ese mismo fin de semana, ya que Fillol todavía no se había recuperado. Fue contra Instituto de Córdoba, por el torneo de AFA, partido que terminó en derrota por 1-0 con gol de un ex San Martín, Enrique “Negro” Nieto.
Es cierto, no fueron muchos los minutos de acción que tuvo con la “banda roja”, pero Gabriel reconoce que fue un desafío que lo marcó de por vida. Allí tuvo compañeros de la talla de Américo Gallego, Reinaldo Merlo, Alberto Tarantini y Julio Olarticoechea. Además de Fillol, claro, a quien tenía como modelo a seguir y de quien aprendió mucho. “Tenía una jerarquía que superaba lo normal. Durante los entrenamientos me ponía atrás del arco para ver de cerca sus movimientos y después trataba de imitarlos, pero era imposible lograrlo. Era un fuera de serie. Por eso cada vez que me tocaba jugar era como tocar el cielo con las manos, porque rara vez tenía oportunidad”, confiesa.
Recuerdos
Mientras cumple con el aislamiento en su casa de Yerba Buena, Puentedura pone a trabajar la memoria. Podría rescatar algunos momentos de su paso por River, pero se detiene en otro partido de esa Libertadores del 82. A pesar de la derrota en Bolivia, el “Millonario” ganó con comodidad el grupo y pasó a la segunda fase, donde le tocó cruzarse con Flamengo. El “Mengao” contaba con varias figuras que venían de brillar en el Mundial de España, como Falcao, Zico y Leandro, y a Gabriel le tocó ser titular. “Fue un partido tremendo, de principio a fin. Terminamos perdiendo 3 a 1, pero tranquilamente pudo haber sido 5 a 5, porque los dos equipos erramos cualquier cantidad de chances claras de gol”, recuerda.
En 1983 Fillol se fue a Argentinos Juniors, lo que le dio al tucumano la posibilidad de ser el primer custodio del arco riverplatense. Sin embargo, ese año sufrió una grave lesión atajando contra Newell’s. “Salí a buscar un centro, el ‘Negro’ Nieto no me vio y me metió un tremendo golpe en la cara. Aunque me dolía mucho seguí jugando, porque el médico del plantel me revisó y no vio nada anormal. Cuando terminó el partido, me mandaron a hacerme unos estudios y me acompañó Sergio Goycochea, que estaba conmigo. Cuando le vi la cara a la chica que me entregó la placa supe que era grave la cosa. Fractura de mandíbula. Estuve dos meses sin jugar y al poco tiempo me fui a Platense”, cuenta.
Su estadía en River fue breve -sólo 10 meses-, pero intensa. Eran épocas convulsionadas para el club, competitiva y económicamente. “Hubo quilombos terribles. Ese año, Agremiados hizo un paro que duró como tres meses y empezó a ganar protagonismo frente a la dirigencia. Además, en el club había jugadores como Fillol y Merlo que no habían logrado arreglar sus contratos, y para ser sincero creo que no estábamos muy bien preparados -subraya-. Pero aunque no se consiguieron los resultados que los hinchas y nosotros esperábamos, para mí fue una tremenda satisfacción haber podido cumplir el sueño de ser parte de uno de los clubes más importantes del país y del mundo”.